El 15 de mayo unos 6300 trabajadores telefónicos activos y jubilados afiliados a FOETRA elegirán a la nueva comisión directiva del gremio además de los congresales ante FATTel. La contienda -adelantada 7 meses por el oficialismo- enfrentará a la lista Granate Blanca esta vez encabezada por los trabajadores Pablo Eibuszyc y Tomas Devoto que enfrentaran a la lista Azul y Blanca con los dirigentes Claudio Marín y Daniel Arima como candidatos a Secretarios Generales y Adjuntos respectivamente.

Por enésima vez, la propuesta del oficialismo -que en caso de ser reelegido cumplirá tres décadas en la conducción- es la estigmatización ideológica de sus contrincantes como propuesta central, le suceden un racimo de clichés y excusas patronales para romantizar el avance de la precarización en el sector de las telecomunicaciones cuyo efecto directo es la pérdida de poder adquisitivo del salario con su consecuente nocividad en la calidad de vida y en la salud mental y física de los telefónicos como secuelas indirectas.
La estabilidad laboral, un valuarte de las conquistas históricas del gremio telefónico puestas en jaque por los “retiros voluntarios” que redujeron el padrón en un 20% al mismo tiempo que proliferan las empresas tercerizadoras que encuadran a los telefónicos en convenios ajenos a la actividad y degluten los derechos ante la inexplicable pasividad gremial.
Así las cosas; se suma el tarifazo en la obra social OSPETELCO que acusa una crisis sin precedentes atribuidas a la desregulación de la medicina prepaga de un gobierno al que no se lo combate y cuyo único plan de lucha es el alineamiento con la CGT y sometimiento al PJ.
En este asunto, Marín esbozó una máxima libertaria cuando se jactó de informar sobre la crisis de la obra social en plena campaña electoral, «la podríamos haber pateado para dentro de un mes» un ‘sincericidio’ que pierde contundencia por su silencio frente al retroceso del convenio colectivo a punta de actas ocultas e inconsultas.
La conduccion de FOETRA hace gala de una tilinguería antipolítica para luego justificarse que el retroceso del movimiento obrero se debe al avance de las políticas de derecha que los trabajadores terminan apoyando cuando la resignación es el argumento para justificar la imposibilidad de enfrentarlo -“para evitar un mal mayor”- como consuelo.
Que los dirigentes sindicales no tengan ideología política sería tan grave como triste.
