
Córdoba.- 13/10/2022.- “Los Trabajadores y Trabajadoras militamos con sensibilidad y valores. Y por ello producimos cultura popular constantemente” sostuvo Federico Giuliani, el Secretario General de ATE y CTA Autónoma de la Provincia de Córdoba en su presentación y bienvenida al autor del libro “La Guerra del Pan”, de Gustavo Córdoba, escritor y Secretario General del Sindicato Joven CIS-CTA.-
“La Guerra del Pan”, es un libro de poesías nacido de las historias de lucha de los trabajadores y trabajadoras que en la última década acudieron al Sindicato Joven CIS para buscar ayuda en la discusión económica que en el marco del contrato de trabajo tenían con sus empleadores. Esas luchas también expusieron la complicidad del sistema que por acción u omisión permite todo tipo de abusos y las consecuencias de las mismas, situaciones que también abordan sus páginas.-
Sin embargo, indistintamente del resultado del conflicto laboral, lo que inspiró el libro es el proceso interior que vive una persona cuando decide enfrentar una injusticia o resignarse frente a ella, sentimientos que poco tiene que ver con valores materiales en disputa.
Esos sentimientos que motorizan los actos de rebeldía, o la abnegación como consuelo, durante los tiempos de tristeza e incertidumbre, cuando se resiste desde una trinchera porque no se cuenta con las armas para dar ciertas batallas, son sentimientos, que la noticia periodística no capta. No porque no la vea, sino porque conviene ocultarla detrás del caos de tránsito, para no poner el foco en los responsables cuando se agotaron todas las instancias y la paciencia. Lo que hace indispensable que los trabajadores tengan su propia narrativa cuando comunican sus luchas.

Porque vivimos un tiempo donde la comunicación intenta inspirarnos hartazgo de todo a punta de slogans y clichés. Con el autoboicot filo-primermundista, de los que quieren ser Suiza sin su dinero sucio, de los que injertan el discurso de la “decadencia” y que la salida es irse del país mientras extranjerizan los recursos naturales de los que el primer mundo carece.
De una corporación política que escucha los problemas, no para resolverlos sino para convertirlo en insumo de discursos para denunciar o justificar, según el grado de responsabilidad y horrorizarse frente a las injusticias dependiendo de quién la comete.
Un tiempo donde los jóvenes salen de una estadística para entrar en otra. De ser los que toman escuelas y nos encantan desde la tv cuando discuten con el periodismo que intenta subestimarlos, a ser los jóvenes a los que confinan a sentarse el piso, allá debajo del árbol a conversar sobre el futuro en partidos políticos o sindicatos.
Jóvenes que cuando quieran hablar del presente, alguien con una cicatriz más grande que sus heridas le tira con la historia, porque el debate que quieren dar -como quien es invitado a hacer un asado- ya lo trajeron en un taper, cocinado, condimentado, listo para recalentar!.-
Una tiempo donde la democracia es poner un sobre en una caja cada cuatro años, que permite tener una ideología opuesta a la del vecino, familiar o amigos, pero que jamás tolerará que se pongan de acuerdo para cambiar a la corporación que nos gobierno que dice pensar distinto pero procede igual.
Una democracia que nos permite abrazar a las madres de Plaza de Mayo cada 24 de marzo, pero que pierde la memoria cuando le recordamos que hace 40 años, nos rige la toda la legislación que impusieron los asesinos del hijo de Norita Cortiñas.
Pero en este tiempo, como en toda la historia, hay, hubo y habrá entre la clase trabajadora, consciente que sublevarse frente a la injusticia es una necesidad, un derecho y hasta una obligación.
Que los riesgos existen, que hay asumirlos teniendo claro, que en la guerra del pan, se dan batallas donde también hay derrotas individuales, y que son sacrificios transitorios y necesarios para alcanzar la victoria colectiva.
