Este año estuvo atravesado por la irrupción de la reforma laboral que suprime garantías constitucionales y retrocede los derechos laborales a los tiempos previo al Informe Bialett Masse sobre el “Estado de las Clases Obreras” en los inicios del siglo pasado.
Los múltiples perjuicios en las condiciones de vida y la estabilidad en el empleo serán proporcionales a la voluntad de cada persona de organizarse por sus derechos y de la decisión política de cada sindicato de enfrentarla porque cambia drásticamente las reglas del juego y todo en un marco de supuesta legalidad.
En ese contexto, el retroceso que transita el movimiento sindical no es tema de debate en las organizaciones. Entiéndase por “las organizaciones” a las 10 o 12 personas que deciden en las centrales obreras verticales y autocráticas.
La reforma laboral vino a eliminar al sindicato como intermediario con los trabajadores y el movimiento obrero le liberó la zona con tal de seguir anclados en las climatizadas aguas de la personería gremial. Entiéndase por “movimiento obrero» los 4 tipos que concentran el poder de las decisiones de la CGT.
La reforma laboral habilita que un empleador rote trabajadores en un mismo puesto sin que generen antigüedad en un crónico período de prueba -que pasó de 3 a 12 meses- y desprenderse de ellos sin pagar indemnización.
Que la tercerización ya no implique responsabilidad alguna para el empleador principal, el usuario del trabajo del tercerizado. Y que a todo afectado que se oponga lo espere un despido discriminatorio sin derecho a reincorporación porque la reforma laboral restauró el derecho a discriminar tarifándola.
El cuadro se completa con la anulación del derecho de huelga al permitir despidos con causas inventadas aún en el contexto de una huelga.
- Entonces ¿Por qué estarían en contra los sindicatos patronales repartidos en las 3 centrales si la reforma laboral les devuelve la posibilidad de eliminar a la oposición, tomar represalias contra los paros autoconvocados y disciplinar los «piquetes indeseados en las puertas de las empresas.”?.
Lo que no ven es que las patronales ya no los necesitan para todo lo que antes les servían: Delatar activistas y hacer la vista gorda con la precarización.
Los empleadores no tienen la urgencia de protegerlos de los trabajadores interfiriendo en una elección despidiendo potenciales candidatos para recibir a cambio complicidad y ausencia porque la precarización -que no combatían pero la usufructuaban vendiéndoles impunidad contra cualquier levantamiento de los trabajadores- ahora es legal.
Una forma de resistencia frente a la claudicación de las dirigencias para el 2025 es seguir contribuyendo para que la CTA funcione como lo que realmente es:
UN SINDICATO.
Entiéndase como «el sindicato» aquella institución que no está solamente para discutir salarios en base a la inflación porque acordamos con el concepto de sindicalismo socio-político donde los trabajadores no están reducidos a ser burros de carga sino un sujeto que piensa y discute el peso y el contenido de lo que carga en su lomo, además nosotros reivindicamos -porque tenemos en la CTA- uno de los mejores manifiestos existentes sobre sindicalismo socio-político “El Grito de Burzaco”.
En tanto los dirigentes capitalinos sigan abordando las cuestiones del interior como problemáticas pueblerinas y las nuevas tecnologías sigan transformando las formas de trabajo hasta los últimos rincones del mundo laboral atravesando todas las generaciones y solo vayan a hacer turismo a la OIT, donde hablan con los términos de la “autorreforma sindical” pero la desactivan cuando bajan en Ezeiza porque los obstáculos para la propia reinvención de los sindicatos son ellos mismos, la generación de los 70′ que atraviesa los 70′, grandes luchadores devenidos en malos dirigentes que resuelven los problemas ignorándolos.
Que argumenta en su defensa el desinterés de los jóvenes por el sindicalismo. Los trabajadores no abandonaron los sindicatos porque en realidad no los dejan entrar y si entraron se embolaron y se fueron y eso explica el nulo interés por su existencia cuando apoyan la eliminación de los aportes sindicales del gobierno libertario que todavía no se explican cómo llegó al poder, justificado en el desparpajo de los dirigentes sindicales que le piden renovación a la política sin sentirse interpelados y hablan de la falta de honestidad intelectual en el discurso sin sentirse aludidos.
En qué momento fue que las multinacionales se metieron a redactar nuestras leyes laborales y los gobiernos lacayos a deglutir dirigentes sindicales con carpetazos o eructándoles una banquita en el Congreso, en los consejos deliberantes con alguno que otro carguito, todo sin ninguna incidencia ni beneficio para los trabajadores en cuyo nombre se resigna autonomía y libertad sindical.
Les da lo mismo que exista el sindicato porque el sindicalista se volvió un problema al ponerse del lado de la patronal siempre y no es lo mismo estar o no sindicalizado a la hora de discutir con el patrón; como tampoco son lo mismo la CGT y la CTA no son lo mismo, el asunto es que los dirigentes de la CTA no dejan de cegetizarse todo el tiempo, de traicionar las banderas de esta central sin agallas para discutir el rumbo inconsulto que toman impuesto a fuerza de “orgánica” que permite no coincidir siempre y cuando no corrija las líneas trazadas en un mapa imaginario donde todos los caminos conducen a seguir las órdenes de un partido político.
Es lamentable pero cierto. La crítica debe hacerse cuando las cosas pueden cambiarse. Con el diario del lunes todos los que dicen que el gobierno de Alberto Fernández fue un fracaso son los mismos que en su momento dijeron “jugada magistral” y ya en altamar post pandemia le nublaban la brújula al capitán con adulaciones y a los que alertaban del iceberg los echaron al agua. Esos fallutos siguen en el timón rumbo a una isla desconocida llamada «Unidad» donde todos seremos felices.
Asumamos que esa batalla cultural como perdida para cicatrizar y reconstruir, no desde el tratamiento con el cliché “tenemos que ser capaces de unirnos con los que piensan diferente” eso lo decía Micheli cuando la palabra autonomía le fue quedando pesada, porque cuando el que piensa diferente discute de igual a igual no les sirve, no les gusta, lo echan; ahora si el que opina distinto está en una posición de debilidad, de necesidad entonces le dan la palabra para edulcorar la apariencia de tolerancia a la diversidad de ideas y decir «somos democráticos porque acá opinan todes» cuando en realidad se está validando una organización antidemocrática.
En este punto rescatamos la figura de Federico Giuliani al frente de la CTAA de Córdoba y sus esfuerzos por mantenerla realmente Autónoma y apostamos al rol que Federico pueda llegar a desarrollar en el ámbito nacional a partir de 2026. Ojalá acepte el desafío que su propio tiempo le va imponiendo.
Respecto al futuro tenemos claro que si hay algo que permite a una organización seguir en pie es su capacidad de aprendizaje y con la llegada de un gobierno antiderechos y la entrada en vigencia de la reforma laboral sumada a la claudicación de quienes gobiernan los destinos de la clase obrera argentina, los recursos y métodos sindicales deben ser reconfigurados o reforzados y calibrarlos en base al nuevo contexto para saber hasta dónde nos da la nafta.
Actualizar los sistemas operativos porque la reforma laboral cambió las reglas de juego, volvió obsoletos un montón de procedimientos y mandatos culturales dentro del sindicalismo que debemos mandar a la papelera de reciclaje y esa actualización también implica volver a las fuentes del movimiento sindical, que es su historia.
Siguiendo en la línea de actualizar el sistema operativo también debemos limpiar el buzón de mensajes por donde ingresa ese virus troyano que nos injerta mentalidad de resignación, que todo lo épico fue hace 50 años que ahora no somos capaces o de reacción ante el hecho consumado con comunicados y abrazos a embajadas cuando el conflicto es a dos cuadras de ahí y de permanente boicot que nos satura la bandeja de entrada con mensajes SPAM como que “La calle está dura” como si ganarse el pan antes fue fácil y ahora lo vamos a resolver quedándonos inmóvil debajo de la cama hasta que el señor neoliberalismo se vaya, que mientras tanto hay que “Cuidar el laburo” como la orden al nene de 3 años para que no meta los dedos en el enchufe y el clásico “No es el momento” porque eso desactiva a los colectivos obreros con trámites sin resultados, los obstaculiza en su búsqueda de justicia, los deslegitima con formalismos, en síntesis frenar los cambios necesarios para la clase trabajadora, que no siempre están alineados con los deseos de las dirigencias que le reclaman renovación y autocrítica a otros cuando los políticos no resuelven los problemas que le toca resolver al sindicalismo.
Y no vengan con la muletilla del “quieren tirar a los viejos por la ventana” ese eufemismo para referirse negativamente a los nuevos métodos de movilización de los jóvenes que se oponen a las formas existentes de hacer las cosas, sofocarlos para que todo siga como está porque precisamente eso fue lo que trajo a Milei con sus perjuicios a los asalariados.
Un sindicalismo que enseñe a los trabajadores a dar respuestas es lo que necesitamos, no un sindicalismo entrenado en dar excusas.